Una buena fiesta desde el minuto uno, con el rumbero más famoso de la provincia de Gerona y el cantante y compositor más internacional de Panamá.
Texto y Fotos: Víctor M Bustamante, F-MHop, Encarnación Lilian Sánchez Fernández
Fotos: F-MHop
Artículo escrito en colaboración con LA FACTORÍA DEL RITMO
Un cálido día de verano, un paraje de ensueño al lado del mar y dos actuaciones que se prometen ideales para la temporada del año y para ese lugar en particular.
Avanzada la tarde, el público se va acercando al Palacio de la Magdalena, para asistir a la tercera jornada de los llamados “Conciertos de la Campa”, un festival que toma el relevo a “Música en Grande”, con una elección de artistas marcadamente distinta. En el programa de este año, cada día se abarcan unos estilos muy diferentes, pero algunos de los nombres elegidos fijan la diferencia, por calidad y relevancia artística, con cualquiera de las programaciones que se hicieron en años anteriores en el mismo lugar y en las mismas fechas.
Esta noche es el turno de Kiko Veneno y Rubén Blades. Un artista simbólico de los nuevos aires musicales que renovaron nuestra escena al llegar la democracia. Y toda una leyenda de la salsa, un cantante y compositor único, que figura en un lugar destacado entre las figuras más relevantes de la música del siglo XX y que ha día de hoy sigue conservando su clase, su talento y su lucidez.
Esta jornada tienen un carácter especial dentro del festival, pues su recaudación se destinará a la Asociación de Padres de Niños con Cáncer, Amara Cantabria, y el precio de las entradas es reducido (9 euros la entrada estándar y la VIP también con un precio más bajo que el resto de días). Son las 9 de la noche, aún brilla el sol, y Kiko Veneno y su banda saltan a escena con gran puntualidad.
Jose María López San Feliú conoció un buen día de 1975 a Rafael y Raimundo Amador, dos gitanos con un don natural para la música con los que se produjo una conexión instantánea. Aquello cambió su vida.
Juntos formaron una banda legendaria, Veneno, que publicaría un álbum de mismo nombre no menos legendario dos años más tarde, con producción de Ricardo Pachón. Esa fue su presentación ante el mundo, con el sobrenombre artístico de Kiko Veneno.
Después vendrían infinidad de momentos mágicos en su carrera, aunque también atravesó sus altibajos: su colaboración en la “Leyenda del Tiempo” de Camarón (para quien compuso “Volando voy”), sus devaneos con la movida madrileña, su participación en La Bola de Cristal, un par de discos que no recibieron el agrado del público, los intentos de resucitar Veneno, y después, ya en los 90, el inicio de una larga etapa de reconocimiento y éxito que llega hasta la actualidad.
Hoy cuenta con 9 álbumes en estudio, un doble en directo y un recopilatorio de regrabaciones de algunos de sus temas clásicos. Todo un amplio repertorio en el que elegir, para ofrecer actuaciones tan apasionadas y vibrantes como la que disfrutamos esa noche.
En el escenario una banda compuesta por siete músicos acompañándole, con una teclista, un bajista, dos guitarras (uno con guitarra eléctrica, el otro con española), un violinista y dos coristas flamencos (que además daban palmas y uno de ellos también tenía una guitarra española).
Kiko Veneno y su banda ofrecieron una selección de 16 de sus canciones más emblemáticas, en una actuación que se extendió entorno a una hora y media. Las canciones estaban “arregladas” para esta formación de directo, sin cambios radicales sobre los originales, pero con ciertas modificaciones, lo que en realidad hacía que el concierto tuviera más interés, porque el público que conociera su repertorio de forma superficial, no notaría grandes diferencias, pero el que lo haya disfrutado más a fondo, podía prestar más atención para apreciar esas novedades.
Sonaron entre otras "Memphis blues again", "Lobo lópez", "Superhéroes de barrio", "Joselito", "Coge la guitarra", "Me siento en la cama", su propia versión del tema que compuso para Camarón, "Volando voy", y la simpática "Se han llevado las toallas", sobre una aventura precisamente en Santander, relacionada con la desaparición de unas toallas en el Palacio de Festivales de la ciudad.
Ya habíamos tenido ocasión de paladear el directo de Kiko Veneno en la Sala Escenario Santander el pasado 11 de noviembre (puedes leer la crítica que publicamos entonces aquí) junto a otro grande de la música en castellano, Juan Perro, y ambos nos dejaron con muchas ganas de más. Por parte de Kiko hemos sido recompensados esta Semana Grande con creces y es que, al buen tiempo que acompañó esta jornada, se sumó la buena predisposición del público allí congregado a tener una buena fiesta desde el minuto uno.
Rubén Blades es una de las figuras más relevantes de la música popular de los últimos 50 años, a la altura de Miles Davis, Camarón de la Isla, Bob Marley, Prince, Michael Jackson o Bruce Springsteen.
Se convirtió en los años 70 en un referente dentro de la música llamada salsa (esa amalgama de ritmos latinos, que cuajó en Nueva York y que el sello Fania supo popularizar). No era el mejor de los cantantes que formaban parte de aquella escena, pero era un compositor excepcional, capaz de hacer unas letras que conquistaban al público alcanzando lo más profundo de su alma. Además su voz era totalmente distintiva y reconocible. Estos elementos, sumados a su afable personalidad, le otorgaron el favor y la simpatía del respetable.
Han pasado muchos años desde aquellos momentos de esplendor del sello Fania y sus etapas de trabajo junto a Ray Barreto o Willie Colón. También son muchos los discos que han grabado en estos años y un buen número de sus canciones se han convertido en clásicos que traspasan generaciones. Pero Rubén Blades conserva su personalidad, su talento, su inquietud para seguir grabando discos interesantes y, también, el reconocimiento del público.
Por todo ello, un concierto de un artista como él en Santander es todo un lujo, que merecía que las entradas se hubieran agotado y el recito estuviera a rebosar. No fue así, el público ocupaba entorno a la mitad del espacio destinado a los espectadores. Una pena, porque el espectáculo que ofreció fue de verdadera altura y la conexión con los asistentes fue máxima.
Blades estuvo acompañado de la “big band” dirigida por Roberto Delgado, que sonó espectacular, llena de sabor, vibrante y con una calidad de sonido excepcional. Además, unos visuales de fondo en el escenario completaban el espectáculo, lo cuales invitaban a la nostalgia y apuntalaban el mensaje de cada una de las canciones.
Su concierto comenzó a las 11 de la noche y se extendió hasta cerca de las 2 de la madrugada, con un pequeño descanso entre el grueso principal de la actuación y el bis. Sonaron más de 20 canciones y además hubo tiempo para algunos momentos de lucimiento de la orquesta. No faltaron clásicos como "Decisiones", "Todos Vuelven", "El Padre Antonio y el Monaguillo Andrés", "Ligia Elena", "Amor y control", “Ojos de perro azul”, "Juan Pachanga" o “Muévete”, tampoco “Pedro Navaja”. Aunque la sorpresa estuvo en la inclusión de una versión del estándar “Watch what happens” (que popularizó Tony Bennett) y otra de Frank Sinatra (“The way you look tonight”), o la interpretación de canciones que él había compuesto, pero que primero grabaron Ray Barreto (“Arayue”) o Héctor Lavoe (la inolvidable “El cantante”).
Las canciones estaban adaptadas para aprovechar la grandeza de la big band, con solos muy lucidos de los instrumentos en cada tema y antes de comenzar cada pieza, Rubén Blades explicaba su contenido o contaba anécdotas sobre su composición o el mensaje de la letra.
Rubén Blades no es un artista que acostumbre a visitar estas tierras con frecuencia lo que hacía la cita aún más importante. Aun para las personas que fueran profanas en el terreno de la salsa y no conocieran parte importante de su “setlist”, era inevitable dejarse llevar por la maestría de la banda acompañante – con un sonido inmaculado al que no estamos muy acostumbrados lamentablemente – y el saber sobre las tablas del cantante, compositor, actor, escritor y productor Rubén Blades. Gran parte del público se quitó la vergüenza de encima y no dejó de bailar, unos más y otros menos bien, cada uno de sus festivos temas.
Es de agradecer a la organización del evento su apuesta por corrientes musicales no al uso para este tipo de eventos y que, además, congreguen en la misma cita a dos músicos tan representativos cada uno en su género. Era una apuesta complicada para la ciudad y, aunque se hubiesen merecido mucho más aforo, la velada fue un éxito de los que se recordarán por mucho tiempo en Santander.
Lo mejor:
- Reunir la misma noche a dos monstruos de la música como Rubén y Kiko.
- El sonido impoluto de la Big Band de Roberto Delgado, acompañando magistralmente a Rubén.
- La selección de hits de Kiko Veneno que hizo que no decayera el ritmo en ningún momento.
Lo peor:
- Que veladas así no se repitan más a menudo.
- La poca afluencia de público para la categoría musical de esa noche. Si te lo perdiste, no lo lamentes ahora.