Bon Jovi consigue reunir a más de 50.000 almas en su único concierto en España, el 7 de julio de 2019 en Madrid. El cantante americano hizo vibrar al público madrileño con un show donde quedaron patentes sus problemas de voz.
Redactor: Alfonso Fernández Fotógrafo: Diego Liaño
Publicado originalmente en LA FACTORÍA DEL RITMO
Seis años hacía que el bueno de Jon Bon no se dejaba caer por estos lares. La última vez que lo hizo también fue en territorio rojiblanco, aunque en este caso en el añorado Calderón. En aquella ocasión la banda tuvo el gesto de no cobrar caché, debido a la situación económica que rodeaba al país por aquellas fechas, lo que hizo que los tickets no superaran los 40€.
Pero ahora la situación es diferente. España ha salido de su crisis (o esos nos hacen creer) y por ello los precios han vuelto a su ser. Pero el hecho de que la entrada más barata ya superara con creces los 80€ no hizo que las 50.000 puestas a la venta se agotaran meses antes del desembarco (y de esto hablaremos después) de la banda de New Jersey en el nuevo feudo colchonero. Lo hicieron como parte de su gira “This house is not for sale”, en la cual presentan este su último y homónimo disco, lanzado ya hace 3 años.
Es por ello que se esperaba con expectación la vuelta a la capital del rubiales del rock. Como invitados a la mesa, una semana antes del concierto, la promotora nos sorprendió con la designación de los pamploneses de Marea para abrir el show. No es que la banda del ínclito Kutxi no esté a la altura del evento, pues se trata de una de las formaciones en mejor estado de forma de la piel de toro, una vez presentado su nuevo disco “El azogue”, que está teniendo muy buena acogida entre su público. Lo raro era que los estilos son bastante contrapuestos y que la banda navarra había estado apenas 15 días antes reventando “La Caja Mágica”, solo a unos 3 kilómetros en línea recta de donde nos encontrábamos.
Pero aún así y todo, a las 20.15, como estaba marcado, apareció sobre el escenario el quinteto de Berriozar, todavía con el sol ayudando a calentar el ambiente y con ya una interesante presencia de público principalmente en la zona de pista. Ataviado con su indumentaria oficial (sombrero, bastón y pañuelo), Kutxi y los suyos fueron desgranando temas de su álbum de regreso, aunque intercalándolos con otros de épocas anteriores como "Corazón de Mimbre" o "Mierda y Cuchara". Romero, que sabe como meterse al público en el bolsillo, correteó por la pasarela, haciendo constantes gracias sobre el rubiales que le sucedería sobre el escenario unos minutos más tarde. También tuvo tiempo para fumarse un cigarrillo o beberse una copa a esas horas (“Buenas tardes, noches o lo que sea”, comentó al comenzar el show).
Y siguen cayendo clásicos como “Manuela canta saetas” o temas nuevos como “Pecadores”, con Eduardo “El Piñas” al micro. Y como colofón al show se dejan sonar sobre el escenario sus temas más conocidos como “La rueca”, “El perro verde” o el que da nombre al quinteto “Marea”. En resumen, un concierto muy digno, con un Kutxi en plenitud de facultades vocales y una banda que fue desperezándose sobre las tablas a medida que pasaba el tiempo. Lástima que el sonido estaba un poco bajo de potencia, demasiado reverberado y los solos prácticamente no se oían.
Tras los pamplonicas, es tiempo para acabar de rellenar la pista (con una zona Golden quizás un poco exagerada) y de poblar las gradas, ahora ya que el sol se había ido a acostar. También es momento para que la banda despliegue su campaña publicitaria sobre las pantallas del escenario. Ropa, viajes y hasta una salsa de tomate lucen sobre las pantallas de LED’s, antes de que llegue lo bueno. Así que, a las 22.03, con el recinto completamente abarrotado, comienzan a sonar los acordes del “Hells Bells” de los AC/DC y aparece la banda americana sobre el escenario.
Sale Jon con fuerza, abriendo el concierto con “This house is not for sale”, ataviado como si viniera del gimnasio y con el ímpetu de un toro que sale de los corrales. Se promete una gran noche de rock, con un ambiente enfervorizado y una banda que acompaña a su líder. Pero ya con el segundo tema “Raise your hands” vemos que algo no está yendo como esperábamos. La voz de Jon queda constantemente tapada por la de sus coristas, que en este caso, son los 5 miembros que le acompañan sobre el escenario.
Mientras tanto, el sexteto sigue alternando temas nuevos (“Roller Coaster”) con grandes clásicos de la banda, como “You give love a bad name” o “Born to be my baby”. El show lo adorna Jon con constantes carreritas por el escenario y con saltitos a lo Jane Fonda, muy típico del cantante estadounidense. La banda de lo acompaña, se mueve poco sobre el escenario, seguramente porque tienen la labor encomendada de arropar la escasa voz de Jon con sus coros y por ello deben estar cerca de sus micros asignados. Para “Lost Highway”, Jon coge la guitarra por primera vez, aunque de nuevo uno de sus grandes hits como es “Runaway” vuelve a quedar deslucido por su escaso torrente. El público, consciente a estas alturas de representación de los problemas de su idolatrado cantante, acompaña y corea principalmente sus temas más conocidos.
Con “Have a nice day”, uno de sus clásicos más modernos, la temperatura del concierto vuelve a subir, algo a lo que contribuye también “Keep the faith”. En el nuevo tema “Amen”, la banda interpreta un largo solo de órgano, algo que aprovecha Jon para descansar sus cuerdas y recuperarse del susto inicial del tema donde, no sabemos si por problemas técnicos o porque el frontman se despistó con la letra, la canción tuvo que reiniciarse (algo insólito para este el que suscribe).
Una de las sorpresas de la noche llega con “Bed of Roses”, donde el estribillo de la canción suena en nuestra lengua materna. La gente tarda en enterarse, debido principalmente a lo bajo de la voz de Jon y al respetable le cuesta seguir el hilo de la misma quizá porque conocen mejor el tema en ingles que la versión en nuestra lengua.
Jon aprovecha el “It’s my life” para presentar a la banda, donde destacan los solos de Phil X, sustituto del añorado Sambora, al cual, técnicamente no desmerece en ningún momento. En el medio tiempo del “Wanted Dead or alive”, de nuevo queda patente su hilo escaso de voz, quizá agudizado por ser un tema más tranquilo. Pero el público, de nuevo cautivado por una de las sonrisas del rubito, vuelve a gritar enfervorecido con el “Lay your hands on me”. Y, para disgusto del público (y alegría suya), el setlist ordinario acaba con el famoso grito de si hay un doctor en la casa, al que prosigue el “Bad Medicine”.
Dos escasos minutos transcurren entre el final de este tema y los bises, que, en este caso, comienzan con el “I’ll be there for you” y que coronan con la guinda del pastel del “Livin’ on a prayer”, para regocijo y apoteosis coral de los allí presentes.
En resumidas cuentas, gran concierto de rock pero muy pobre a la voz. Y si alguien se ha quedado con las ganas de más, este verano puede embarcarse en un crucero de lujo por el Mediterraneo, donde la banda será la anfitriona de la travesía. Eso sí, los precios no están al alcance de cualquier bolsillo.
La Factoría de Ritmo quiere agradecer a LiveNation (en especial a Marta Espi) las facilidades dadas para poder asistir a este concierto.