Recientemente se han cumplido 15 años de la publicación del que fue el primer trabajo de estudio de Arcade Fire, “Funeral”. Una banda ecléctica de músicos que, de una manera brillante, supo conjugar en este album sonidos tradicionales del folk con melodías pop-rock actuales y hacerlas vibrar hasta ponernos los pelos de punta. Vamos a ver si pasado todo este tiempo, su primer trabajo sigue siendo tan actual e indiscutible como lo fue en 2004.
Texto: Luis del Rosal aka Mr. Deck
Para ponernos en perspectiva, lo
primero que hay que conocer es que Arcade Fire está compuesto por Win Butler y
Règine Chassange, que junto con William Butler, hermano del primero, forman,
por así decirlo, el núcleo de la formación. Sus distintos orígenes son los que,
en buena parte, han generado un sonido indie-rock tan especial y que, como una
amalgama multicolor, nos envuelve con una paleta de sonidos heterogéneos y
brillantes.
Los 10 temas que forman “Funeral”
tratan sobre la muerte, pero lejos de ser temas oscuros o lúgubres, mas bien
son alegres y dinámicos. El primer tema del disco - “Tunnels” - ya pone las
orejas en punta y engancha mientras la aguja recorre los surcos; un escalofrío
recorre toda la espina dorsal y nos pone en guardia. Para cuando llegamos al
segundo tema “Laika” la progresión rítmica aumenta, los distintos sonidos nos
envuelven con un manto coherente y por momentos no sentimos el final ¿Cómo se
puede parar esta máquina?! El ritmo es embriagador y no se detiene ¡Qué brío!
¡Qué sensación! Y llegamos al tercer tema “Un année sans lumiere” que ha
conseguido parar el vendaval anterior y bajar el ritmo. Preciosa.
El siguiente tema - “Power Out” -
creo que sintetiza muy bien que es Arcade Fire; veo una parte surrealista en
ellos y es que “Power Out” es una explosión de vibraciones y de instrumentos
que colapsan de una manera sobresaliente, un arcoíris que se abre de repente
delante de nosotros, se eleva vertiginosamente hacía el cielo y luego cae sin
perder un ritmo embriagador que no descansa, que embriaga y palpita como si
estuviéramos participando de un rito vudú.
Continuamos con la cara A del
disco y es el momento de “Kettles”, que frena bastante las emociones y prepara
para la segunda parte del disco, que comienza con uno de los mejores temas:
“Crown of Love”. Desde el punto de vista instrumental, este tema aúna de
manera gloriosa los instrumentos de cuerda con las voces. Seguimos con “Wake
up”. Llegados a este tema tenéis permiso para desmadrar. Han pasado mas de 15
años, pero sigue igual de vigente que el primer día y no ha perdido ni un ápice de
frescura. Es la fiesta. Es el Arcade Fire mas verbénico, el que mejor
transmite el espíritu de este álbum, son las ganas de vivir, es el aullido del
público en un concierto y, en definitiva, es el hermanamiento entre el cuerpo y
el alma.
Llegamos al siguiente tema
“Haiti” el cual, aunque desconcierta un poco después de haber escuchado “Wake
up” y, aunque es indudablemente un sonido Arcade Fire, parece que se encuentra
un poco fuera de lugar en este disco. No puedo decir que sea un tema menor,
sólo que me parece que no está en su sitio. Seguidamente volvemos a la verbena
con “Lies”, otro tema glorioso y que al igual que “Power Out” nos muestra lo
que es Arcade Fire. La progresión en este tema también es de las mejores del
disco. Su mezcla de distintos instrumentos que dan lugar a un sonido coherente
es como poco asombrosa por lo delicioso del resultado.
Acabamos con “In the Backseat”.
Este tema cierra “Funeral” y lo hace de una manera tranquila, es la pausa que
necesitamos para regresar de este mundo al que nos han llevado los canadienses
Arcade Fire sin sufrir una embolia.
Arcade Fire supo conjugar de una
manera alegre y acertada un conjunto de sonidos dispares, de letras que podrían
enfrentarse con cualquier poema y salir victoriosas, pero unidos todos ellos de
una manera armoniosa y fluida. Nada sobra en este disco, todo está en su sitio,
todos los sonidos brillan, las melodías nos abrazan hasta lograr separar
nuestro cuerpo y nuestra alma y mas tarde volvernos a encajar, como si durante
los casi 50 minutos de duración del disco hubiéramos sido abducidos.
No es
obligatorio escuchar este disco; es necesario.